Que nuestro planeta sea verde se lo debemos al pigmento que tiñe las
hojas de los vegetales, la clorofila. Este pigmento es imprescindible para que
se produzca la fotosíntesis, un proceso que, con ayuda del sol, transforma la
materia inorgánica (CO2) en orgánica (glucosa) y libera el oxígeno que hace
posible la vida en la Tierra. La clorofila absorbe la radiación solar, que
utiliza para romper las moléculas de agua y, de paso, liberar electrones de su
estructura. Si disparamos unas cuantas de estas moléculas negativas sobre el
CO2 fijado en las hojas de las plantas, obtenemos glucosa. La extracción de
esos electrones tienen lugar en los cloroplastos, estructuras de las células
vegetales que contienen la clorofila y otros pigmentos fotosintéticos.
PARTIENDO EL AGUA- los antepasados de los cloroplastos fueron las
cianobacterias. Hace 3,000 millones de años, éstas rompían el agua mediante una
única sustancia fotosintética, para obtener energía y alimento. El gen que
regulaba la síntesis del pigmento se duplicó y originó dos foto sistemas que la
selección natural fue separando. Las cianobacterias utilizan uno de esos dos
sistemas, pero nunca ambos a la vez. Sin embargo, las plantas y algas actuales
emplean dos grupos de clorofilas distintas ¿CUANDO EMPEZARON A COMBINARSE?
Según Lane, las cianobacterias se toparon con un problemas: en el segundo foto
sistemas se producía una sobre carga de electrones que lo inutilizaba. Sus
células usaban manganeso para protegerse de las radiaciones ultravioletas.
Cuando un átomo de manganeso absorbía luz ultravioleta, liberaba un electrón
que era engullido por la clorofila en el segundo foto sistema, y el proceso se
atascaba.
La solución fue que ambos sistemas funcionaran a la vez. Así los electrones
liberados salían del manganeso, atravesaban los dos foto sistemas y llegaban al
CO2, se unían en él y producían un desecho valiosísimo para el
planeta: EL OXÍGENO
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